domingo, 7 de octubre de 2018

El derecho a la pereza (Paul Lafargue)

Lo que sigue al exceso de producción. 

Un poeta griego de la época de Cicerón —Antíparos— cantaba en los siguientes términos la invención del molino de agua (para la molienda del trigo), iba a emancipar a las mujeres esclavas y a traer la edad de oro: 
«¡Ahorrad el brazo que hace girar la piedra, oh molineras, y dormid tranquilamente! ¡Que en vano os advierta el gallo que es de día! Dánae ha impuesto a las ninfas el trabajo de las esclavas, y ahí están brincando alegremente sobre la rueda, y ahí está el eje sacudido que con sus rayos hace girar la pesada piedra. Vivamos de la vida de nuestros padres y gocemos ociosos de los dones que la diosa concede.» 
Pero, ¡ay!, los ocios que el poeta pagano anunciaba no han llegado todavía. 
La pasión ciega, perversa y homicida del trabajo transforma la máquina liberadora en instrumento de esclavitud de los hombres libres: su productividad los empobrece. 
Una buena obrera no hace con su huso más de cinco mallas por minuto; ciertas máquinas hacen treinta mil en el mismo tiempo. Cada minuto de la máquina equivale, por consiguiente, a cien horas de trabajo de la obrera, o, lo que es igual: cada minuto de trabajo de la máquina concede a la obrera diez días de reposo. 
Lo que es cierto para la industria de los tejidos lo es, más o menos, para todas las industrias renovadas por la máquina moderna. 
Pero ¿qué vemos? A medida que la máquina se perfecciona y sustituye con una rapidez y precisión cada vez mayor al trabajo humano, el obrero, en vez de aumentar su reposo en la misma cantidad, redobla aún más su esfuerzo, como si quisiera rivalizar con la máquina. ¡Oh competencia absurda y asesina! 
Para dar libre curso a esta competencia entre el hombre y la máquina, los proletarios han abolido las sabias leyes que limitaban el trabajo de los artesanos de las antiguas corporaciones, y han suprimido los días de fiesta .

El ideal socialista.

La trayectoria del hombre es una constante progresión, tanto en la vida social como en la intelectual, que va dejando atrás lo conocido para adentrarse con creciente ahínco en lo desconocido, previamente representado como ideal en su imaginación. Y esta concepción imaginaria constituye uno de los más poderosos incitantes con que debe contar la acción revolucionaria. Por lo tanto, no tiene nada de extraño el que los Bernstein alemanes y los Jaurés franceses -que intentan “domesticar” el socialismo y hacerle marchar a remolque del liberalismo- lo rechacen, so pretexto de que hipnotiza a los adeptos con una imagen ideal de la vida en el año 3000, que les obliga a vivir con la esperanza en una catástrofe mesiánica y a no aceptar las ventajas inmediatas de una armonía y una colaboración efectiva con los partidos burgueses. Además, dicen ellos, es una especie de alucinación compuesta de las más chocantes y estúpidas ideas: concentración de las riquezas, desaparición de la pequeña industria y de la clase media, antagonismo progresivo entre las clases, generalización e intensificación de la miseria obrera, etc.; y añaden que tales chocante y estúpidas ideas, desde luego totalmente erróneas, puede ser que fueran hipótesis posibles antes de 1848, pero los hechos posteriores a esa fecha han demostrado con toda evidencia su falsedad. Para concluir, afirman que ese desdichado ideal impide “descender de las alturas revolucionarias” para “aceptar las responsabilidades del Poder”, y también transigir que no falte ni un céntimo ni un soldado a las expediciones coloniales que llevan a los pueblos bárbaros el trabajo, el cristianismo, la sífilis y el alcoholismo de la civilización.

https://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Lafargue
https://www.marxists.org/archive/lafargue/index.htm