Acabo de leer la que quizás sea la carta de amor materialista más bella de la historia humana. Se la escribió Diderot a Sophie Volland, el 15 de octubre de 1759, y dice así:
"Aquellos que se han amado durante toda su vida y se hacen inhumar uno al lado del otro, tal vez no estén tan locos como se piensa. ¡Tal vez sus cenizas se juntan, se mezclan, se unen! ¿Qué sé yo? Tal vez no han perdido todo el sentimiento, toda la memoria de su primer estado. Tal vez queda en ellos un resto de calor y de vida que disfrutan a su manera.
Juzgamos la vida de los elementos por la vida de las grandes cantidades [de materia]. Tal vez las cosas sean muy diferentes. ¡Creemos que solo hay un pólipo! ¿Y por qué no debería ser toda la naturaleza del mismo orden? Cuando el pólipo se divide en cien mil partes, el animal primitivo y generativo ya no existe; pero todos sus principios están vivos. ¡Oh, mi Sophie! Me quedaría entonces una esperanza de tocarte, de sentirte, de amarte, de buscarte, de unirme a ti, de confundirme contigo cuando ya no existamos, si hay en nuestros principios una ley de afinidad, si nos estuviera reservado componer un ser común, si en el transcurso de los siglos yo fuera a hacer un todo contigo, si las moléculas disueltas de tu amante tuvieran que agitarse, conmoverse y buscar las tuyas esparcidas en la naturaleza. ¡Déjame esta quimera, que me es dulce; ella me asegurará la eternidad en ti y contigo!"
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