lunes, 16 de mayo de 2016

Alejandra Pizarnik

Y es siempre el jardín de lilas del otro lado del río. Si el alma pregunta si queda lejos se le responderá: del otro lado del río, no éste sino aquél.

lunes, 2 de mayo de 2016

Tu estilo de vida ya ha sido diseñado (David Cain)


Bueno, estoy en el mundo laboral de nuevo. He encontrado un trabajo bien pago de ingeniería, y la vida parece retornar a la normalidad luego de 9 meses de viaje.
Como he estado viviendo un estilo de vida bastante diferente mientras estuve de viaje, esta repentina transición a la existencia "9 a 5" ha expuesto algo acerca de esto que he pasado por alto anteriormente.
Desde el momento que tuve una oferta de trabajo he sido menos cuidadoso con mi dinero. No estúpido, solo rápido para sacar mi billetera. Como pequeño ejemplo, estoy comprando café caro de nuevo, incluso aunque no son tan buenos como los de Nueva Zelanda y no puedo saborear la experiencia de tomarlo en un soleado jardín. Cuando estaba afuera esas compras eran menos frecuentes y las disfrute más.
No estoy hablando de grandes o extravagantes compras. Estoy hablando de pequeña escala, casuales o promiscuos gastos en cosas que realmente no agregan mucho a mi vida. Y en realidad no cobraré hasta dentro de dos semanas.
En retrospectiva creo que he hecho esto siempre que he estado bien empleado, gastando felizmente durante estos tiempos de "derroche". Habiendo pasado 9 meses viviendo un estilo de vida de mochilero sin ingresos, no puedo esperar sino ser un poco mas consciente de este fenómeno que sucede.
Supongo que hago esto porque siento que he ganado cierta estatura, ahora que soy de nuevo un profesional bien pago, lo cual parece darme derecho al despilfarro. Hay un curioso sentimiento de poder que se obtiene cuando dejas caer "veintipico" de años sin rastros de pensamiento crítico. Es bueno ejercitar ese poder del dinero cuando sabes que ésto crecerá rápidamente de cualquier manera.
Lo que estoy haciendo no es inusual en absoluto. Todos parecen hacer esto. De echo, creo que solamente he retornado a la mentalidad normal de un consumidor luego de haber pasado algún tiempo lejos de esto.
Uno de los mas sorprendentes descubrimientos que he hecho durante mi viaje fue que he gastado mucho menos por mes viajando alrededor de distintos países (incluso países mas caros que Canadá) que lo que gasto como trabajador regular en casa. He tenido mucho mas tiempo libre, he visitado algunos de los mas hermosos lugares del mundo, he conocido gente nueva en cualquier lugar, estuve tranquilo y pasando inolvidables momentos, y de alguna manera esto me costó mucho menos que mi humilde estilo de vida 
"de 9 a 5" aquí en uno de las ciudades mas baratas de Canadá.
Parece que le saque mucho mas jugo a cada dolar mientras estuve viajando. Porqué?

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Cultura de lo innecesario
Aquí en occidente, un estilo de vida de gasto innecesario ha sido deliberadamente cultivado y nutrido en la gente por las grandes corporaciones. Empresas de todo tipo de industrias tienen una gran participación en la inclinación de la gente de ser poco cuidadosos con el dinero. Ellos buscarán promover el hábito en la gente del casual o no esencial gasto cuando sea que ellos puedan.
En el documental La Corporación, un psicólogo de marketing analiza uno de los métodos a usar para incrementar ventas. Su staff llevó adelante un estudio para ver el efecto de la persistencia que los niños tenían en la posibilidad que sus padres les compren un juguete. Descubrieron que entre el 20% y el 40% de las compras no habrían ocurrido si el niño no persistía a sus padres. Una en cuatro visitas a parques temáticos no habrían tenido lugar.
Usaron esos estudios para apuntar el marketing directamente a niños, alentándolos a pedir a los padres que les compren algo.
Esta campaña de marketing representa millones de dólares que fueron gastados porque la demanda fue completamente manufacturada.

“Puedes manipular consumidores para que quieran, y luego compren, tus productos. Es un juego.” ~ Lucy Hughes, co-creator of “The Nag Factor”.

Esto es únicamente un pequeño ejemplo de algo que ha estado pasando de esta forma por un largo tiempo. Las grandes empresas no hicieron sus millones promocionando las virtudes de sus productos, sino que lo hicieron creando una cultura de ciento de millones de personas que compra más de lo que necesita e intenta ahuyentar la insatisfacción con el dinero.
Compramos cosas para alegrarnos nosotros mismos, para llenar nuestra visión de la infancia de como sería nuestra adultez, para transmitir nuestro estado al mundo, y para un montón de razones psicológicas que poco tienen que ver con cuan realmente útil el producto es. Cuantas cosas tienes en el sótano o tu garage que no has usado el año pasado?


La real razón de trabajar 40 hs. por semana
La herramienta 
definitiva para la corporaciones para sostener una cultura de este tipo es desarrollar la semana de 40hs. laborales como el estilo normal de vida. Bajo estas condiciones de trabajo las personas tienen que construir una vida en las tardes y fin de semanas. Esto nos hace más naturalmente inclinados a gastar fuertemente en entretenimiento y comodidad porque nuestro tiempo libre es muy escaso.
Yo he solo vuelto a trabajar hace unos pocos días, pero ya estoy notando que las más saludables actividades están rápidamente desapareciendo de mi vida: caminatas, deportes, lectura, meditación y escritura.
La única obvia similitud entre estas actividades es que cuestan muy poco o nada de dinero, pero consumen tiempo.
De pronto, tengo mucha más plata y mucho menos tiempo, lo cuál significa que tengo mucho más en común con el típico trabajador norte-americano que lo que tenía hace un pocos meses atrás. Mientras estaba afuera yo no habría pensado dos veces acerca de pasar el día deambulando por un parque o leyendo un libro en la playa. Ahora, esa clase de cosas están como fuera de discusión. Haciendo alguna de ellas tomaría la mayoría de uno de mis valiosos días de fin de semana.
La última cosa que quiero hacer cuando llego a casa después de trabajar es hacer ejercicio. Es también la última cosa que quiero hacer después de cenar o antes de ir a dormir o cuando recién me levanto, que es realmente todo el tiempo que tengo en un día de semana.
Esto parece ser un problema con una simple respuesta: trabaja menos y tendrías más tiempo libre. Ya me he probado a mí mismo que puedo vivir satisfactoriamente con menos de lo que hago ahora. Desafortunadamente, esto es casi imposible en mi industria, y en la mayoría. Trabajas 40hs. o más, o trabajas cero. Mis clientes están firmemente atrincherados en la cultura de trabajo standard, entonces no es práctico pedirles que no me pidan nada después de las 1pm., incluso si yo pudiera convencer a mi empleador de no hacerlo.
La jornada laboral de 8hs. desarrollada durante la revolución industrial en Gran Bretaña en el siglo 19, era un respiro para trabajadores de fábricas que eran explotados con jornadas laborales de 14 o 16 horas.
Como las tecnologías y métodos han avanzado, los trabajadores en todas las industrias se volvieron capaces de producir mucho más valor en menos tiempo. Tú pensarías que ésto llevaría a más cortas jornadas de trabajo.
Pero la jornada de 8 horas es demasiado rentable para grandes negocios, no porque la cantidad de trabajo que las personas obtienen en 8 horas (el oficinista promedio trabaja menos de 3 horas de trabajo real en 8 horas) sino porque esto hace los hace un público feliz de comprar. Manteniendo el tiempo libre escaso significa que la gente paga mucho más por comodidad, satisfacción y cualquier otro consuelo que ellos puedan comprar. Esto los mantiene mirando TV y sus comerciales. Los mantiene sin ambiciones fuera del trabajo.
Hemos sido dirigidos a una cultura que ha sido pensada para dejarnos cansados, con hambre de indulgencia, dispuestos a pagar mucho por comodidad y entretenimiento, y más importante, raramente insatisfechos con nuestras vidas así entonces podemos queriendo cosas que no tenemos. Compramos mucho porque siempre parece que hay algo que nos falta.
Las economías de occidente, particularmente la de Estados Unidos, han sido construídas de una forma muy calculada basada en la satisfacción, adicción y gasto innecesario. Gastamos para alegrarnos a nosotros mismos, para recompensarnos, para celebrar, para arreglar problemas, para elevar nuestro status, y para aliviar aburrimiento.
Puedes imaginarte que pasaría si todos los norte-americanos dejaran de comprar tantas cosas innecesarias que no agregan nada de valor duradero a nuestras vidas?
La economía colapsaría y nunca se recuperaría.
Todos los bien publicitados problemas estadounidenses, incluídos obesidad, depresión, polución y corrupción son el costo de crear y sostener una trillonaria economía. Para que la economía sea saludable, Estados Unidos tiene que permanecer enfermo. Personas saludables y felices no sienten que necesiten mucho más de lo que ya tienen, y eso significa que no van a comprar un montón de porquerías, que no necesitan consumir demasiado entretenimiento, y que no van a terminar viendo un montón de comerciales por TV.
La cultura de la jornada laboral de 8 horas es la más poderosa herramienta para mantener a las personas en este mismo estado de insatisfacción donde la respuesta a cada problema es comprar algo.
Puedes haber oído sobre la Ley de Parkinson. Es a menudo usado en referencia al tiempo usado: cuanto más tiempo le has estado dando a algo, más tiempo te va a tomar hacerlo.Es impresionante cuanto puedes hacer en 20 minutos si esos 20 minutos es todo lo que tienes. Pero si tienes toda la tarde, esto probablemente tomaría mucho más de eso.
La mayoría de nosotros trata el dinero de esta forma. Cuanto más ganamos, más gastamos. No es que de repente necesitamos comprar más porque tenemos más dinero, solamente que ahora podemos, entonces lo hacemos. De echo, es bastante difícil para nosotros evitar incrementar nuestro standard de vida (o al menos los gastos que tenemos) cada vez que obtenemos un aumento de salario.
No creo que sea necesario huir de este horrible sistema entero e irse a vivir al bosque, pretendiendo ser un sordo-mudo, como Holden Caulfield (protagonista de la novela El Guardián entre el centeno) a veces fantaseaba. Pero ciertamente podríamos bien entender lo que el "gran negocio" realmente quiere que seamos. Han estado trabajando por décadas para crear millones de consumidores ideales y han tenido éxito. A menos que seas una real anomalía, tu estilo de vida ya ha sido diseñado.
El cliente perfecto es insatisfecho pero esperanzado, desinteresado en el real desarrollo personal, altamente habituado a la TV, trabajador full-time, ganando un justo salario, complaciéndose durante sus tiempos libres, y de alguna forma solo pasando por la vida.

Eres tú?

Dos semanas atrás yo hubiera dicho que no, que yo no soy eso, pero si todas las semanas fueran como ésta ha sido, eso podría ser una ilusión.


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Artículo original: http://www.raptitude.com/2010/07/your-lifestyle-has-already-been-designed/
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This article has been written by David Cain, and the link to the original post is http://www.raptitude.com/2010/07/your-lifestyle-has-already-been-designed/.
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El sentido de la vida (“El hombre en busca de sentido” de Victor Frankl)





El vacío existencial (“El hombre en busca de sentido” de Victor Frankl)

El vacío existencial es un fenómeno muy extendido en el siglo XX. Ello es comprensible y puede deberse a la doble pérdida que el hombre tiene que soportar desde que se convirtió en un verdadero ser humano. Al principio de la historia de la humanidad, el hombre perdió algunos de los instintos animales básicos que conforman la conducta del animal y le confieren seguridad; seguridad que, como el paraíso, le está hoy vedada al hombre para siempre: el hombre tiene que elegir; pero, además, en los últimos tiempos de su transcurrir, el hombre ha sufrido otra pérdida: las tradiciones que habían servido de contrafuerte a su conducta se están diluyendo a pasos agigantados. Carece, pues, de un instinto que le diga lo que ha de hacer, y no tiene ya tradiciones que le indiquen lo que debe hacer; en ocasiones no sabe ni siquiera lo que le gustaría hacer. En su lugar, desea hacer lo que otras personas hacen (conformismo) o hace lo que otras personas quieren que haga (totalitarismo). 
Mi equipo del departamento neurológico realizó una encuesta entre los pacientes y los enfermos del Hospital Policlínico de Viena y en ella se reveló que el 55 % de las personas encuestadas acusaban un mayor o menor grado de vacío existencial. En otras palabras, más de la mitad de ellos habían experimentado la pérdida del sentimiento de que la vida es significativa.
Este vacío existencial se manifiesta sobre todo en un estado de tedio. Podemos comprender hoy a Schopenhauer cuando decía que, aparentemente, la humanidad estaba condenada a bascular eternamente entre los dos extremos de la tensión y el aburrimiento. De hecho, el hastío es hoy causa de más problemas que la tensión y, desde luego, lleva más casos a la consulta del psiquiatra. Estos problemas se hacen cada vez más críticos, pues la progresiva automatización tendrá como consecuencia un gran aumento del promedio de tiempo de ocio para los obreros. Lo único malo de ello es que muchos quizás no sepan qué hacer con todo ese tiempo libre recién adquirido. 
Pensemos, por ejemplo, en la "neurosis del domingo", esa especie de depresión que aflige a las personas conscientes de la falta de contenido de sus vidas cuando el trajín de la semana se acaba y ante ellos se pone de manifiesto su vacío interno. No pocos casos de suicidio pueden rastrearse hasta ese vacío existencial. No es comprensible que se extiendan tanto los fenómenos del alcoholismo y la delincuencia juvenil a menos que reconozcamos la existencia del vacío existencial que les sirve de sustento. Y esto es igualmente válido en el caso de los jubilados y de las personas de edad. 
Sin contar con que el vacío existencial se manifiesta enmascarado con diversas caretas y disfraces. A veces la frustración de la voluntad de sentido se compensa mediante una voluntad de poder, en la que cabe su expresión más primitiva: la voluntad de tener dinero. En otros casos, en que la voluntad de sentido se frustra, viene a ocupar su lugar la voluntad de placer. Esta es la razón de que la frustración existencial suele manifestarse en forma de compensación sexual y así, en los casos de vacío existencial, podemos observar que la libido sexual se vuelve agresiva.
Algo parecido sucede en las neurosis. Hay determinados tipos de mecanismos de retroacción y de formación de círculos viciosos que trataré más adelante. Sin embargo una y otra vez se observa que esta sintomatología invade las existencias vacías, en cuyo seno se desarrolla y florece. En estos pacientes el síntoma que tenemos que tratar no es una neurosis noógena. Ahora bien, nunca conseguiremos que el paciente se sobreponga a su condición si no complementamos el tratamiento psicoterapéutico con la logoterapia, ya que al llenar su vacío existencial se previene al paciente de ulteriores recaídas. Así pues, la logoterapia está indicada no sólo en los casos noógenos como señalábamos antes, sino también en los casos psicógenos y, sobre todo, en lo que yo he denominado "(pseudo)neurosis somatógenas". Desde esta perspectiva se justifica la afirmación que un día hiciera Magda B. Arnold2 : "Toda terapia debe ser, además, logoterapia, aunque sea en un grado mínimo." Consideremos a continuación lo que podemos hacer cuando el paciente pregunta cuál es el sentido de su vida.

La pregunta por el sentido de la vida (“El hombre en busca de sentido” de Victor Frankl)



El poder del espíritu (“El hombre en busca de sentido” de Victor Frankl)

El prisionero que perdía la fe en el futuro — en su futuro — estaba condenado. Con la pérdida de la fe en el futuro perdía, asimismo, su sostén espiritual; se abandonaba, decaía y se convertía en el sujeto del aniquilamiento físico y mental.

Una vez presencié una dramática demostración del estrecho nexo entre la pérdida de la fé en el futuro y su consiguiente final. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista bastante famoso, me confió un día:
“Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un sueño extraño. Una voz me decía que deseara lo que quisiera, que lo único que tenía que hacer era decir lo que quería saber y todas mis preguntas tendrían respuesta. ¿Quiere saber lo que le pregunté? Que me gustaría conocer cuándo terminaría para mí la guerra. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Quería saber cuándo seríamos liberados nosotros, nuestro campo, y cuándo tocarían a su fin
nuestros sufrimientos.” “¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?”, le pregunté.
“En febrero de 1945”, contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo.
“¿Y qué le contestó la voz?”
Furtivamente me susurró: “El treinta de marzo.”
Cuando F. me habló de aquel sueño todavía estaba rebosante de esperanza y convencido de que la voz de su sueño no se equivocaba. Pero al acercarse el día señalado, las noticias sobre la evolución de la guerra que llegaban a nuestro campo no hacían suponer la probabilidad de que nos liberaran en la fecha prometida. El 29 de marzo y de repente F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El día 30 de marzo, el día que la profecía le había
dicho que la guerra y el sufrimiento terminarían para él, cayó en un estado de delirio y perdió la conciencia. El día 31 de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus.
Los que conocen la estrecha relación que existe entre el estado de ánimo de una persona — su valor y sus esperanzas, o la falta de ambos — y la capacidad de su cuerpo para conservarse inmune, saben también que si repentinamente pierde la esperanza y el valor, ello puede ocasionarle la muerte. La causa última de la muerte de mi amigo fue que la esperada liberación no se produjo y esto le desilusionó totalmente; de pronto, su cuerpo perdió resistencia contra la infección tifoidea latente. Su fe en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron y su cuerpo fue presa de la enfermedad, después de todo la voz de sus sueños se hizo realidad.

La libertad interior (“El hombre en busca de sentido” de Victor Frankl)

Tras este intento de presentación psicológica y explicación psicopatológica de las características típicas del recluido en un campo de concentración, se podría sacar la impresión de que el ser humano es alguien completa e inevitablemente influido por su entorno y (entendiéndose por entorno en este caso la singular estructura del campo de concentración, que obligaba al prisionero a adecuar su conducta a un determinado conjunto de pautas). Pero, ¿y qué decir de la libertad humana? ¿No hay una libertad espiritual con respecto a la conducta y a la reacción ante un entorno dado? ¿Es cierta la teoría que nos enseña que el hombre no es más que el producto de muchos factores ambientales condicionantes, sean de naturaleza biológica, psicológica o sociológica? ¿El hombre es sólo un producto accidental de dichos factores? Y, lo que es más importante, ¿las reacciones de los prisioneros ante el mundo singular de un campo de concentración, son una prueba de que el hombre no puede escapar a la influencia de lo que le rodea? ¿Es que frente a tales circunstancias no tiene posibilidad de elección?
Podemos contestar a todas estas preguntas en base a la experiencia y también con arreglo a los principios. Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre tiene capacidad de elección. Los ejemplos son abundantes, algunos heroicos, los cuales prueban que puede vencerse la apatía, eliminarse la irritabilidad. El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las terribles circunstancias de tensión psíquica y física.
Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas — la
elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias — para decidir su propio camino.
Y allí, siempre había ocasiones para elegir. A diario, a todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna; que determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de las circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en un recluso típico.
Visto desde este ángulo, las reacciones mentales de los internados en un campo de concentración deben parecernos la simple expresión de determinadas condiciones físicas y sociológicas. Aún cuando condiciones tales como la falta de sueño, la alimentación insuficiente y las diversas tensiones mentales pueden llevar a creer que los reclusos se veían
obligados a reaccionar de cierto modo, en un análisis último se hace patente que el tipo de persona en que se convertía un prisionero era el resultado de una decisión íntima y no únicamente producto de la influencia del campo. Fundamentalmente, pues, cualquier hombre podía, incluso bajo tales circunstancias, decidir lo que sería de él — mental y espiritualmente — , pues aún en un campo de concentración puede conservar su dignidad humana. Dostoyevski dijo en una ocasión: “Sólo temo una cosa: no ser digno de mis
sufrimientos” y estas palabras retornaban una y otra vez a mi mente cuando conocí a aquellos mártires cuya conducta en el campo, cuyo sufrimiento y muerte, testimoniaban el hecho de que la libertad íntima nunca se pierde. Puede decirse que fueron dignos de sus sufrimientos y la forma en que los soportaron fue un logro interior genuino. Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito.
Una vida activa sirve a la intencionalidad de dar al hombre una oportunidad para comprender sus méritos en la labor creativa, mientras que una vida pasiva de simple goce le ofrece la oportunidad de obtener la plenitud experimentando la belleza, el arte o la naturaleza. Pero también es positiva la vida que está casi vacía tanto de creación como de gozo y que admite una sola posibilidad de conducta; a saber, la actitud del hombre hacia su
existencia, una existencia restringida por fuerzas que le son ajenas. A este hombre le están prohibidas tanto la vida creativa como la existencia de goce, pero no sólo son significativas la creatividad y el goce; todos los aspectos de la vida son igualmente significativos, de modo que el sufrimiento tiene que serlo también. El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la muerte. Sin todos ellos la vida no es completa.
La máxima preocupación de los prisioneros se resumía en una pregunta:
¿Sobreviviremos al campo de concentración? De lo contrario, todos estos sufrimientos carecerían de sentido. La pregunta que a mí, personalmente, me angustiaba era esta otra:
¿Tiene algún sentido todo este sufrimiento, todas estas muertes? Si carecen de sentido, entonces tampoco lo tiene sobrevivir al internamiento. Una vida cuyo último y único sentido consistiera en superarla o sucumbir, una vida, por tanto, cuyo sentido dependiera, en última instancia, de la casualidad no merecería en absoluto la pena de ser vivida.

Embers (Sándor Márai)

“…when we demand fidelity are we wishing for the other person’s happiness? … And if we don't love the person in a way that makes her happy, do we have the right to expect fidelity or any other sacrifice? “

“…Cuando pedimos fidelidad, ¿estamos deseando la felicidad de la otra persona? … Y si no amamos a la persona de una manera que la haga feliz, ¿tenemos el derecho de esperar fidelidad o algún otro sacrificio?”

El divino derecho al estancamiento (Nathaniel Branden)

(extracto de "La Virtud del Egoísmo")

Para toda especie viviente, el crecimiento es una necesidad de su supervivencia. La vida es movimiento, un proceso de acción destinado a la autoconservación, que un organismo debe llevar a cabo para seguir existiendo. Este principio es tan evidente en las simples conversiones de energía de una planta como en las actividades del hombre, complejas y proyectadas a largo plazo. Desde el punto de vista biológico, la inacción equivale a la muerte.
...
Si la vida es un proceso de acción destinada a la autoconservación, entonces éste es el modo de actuar y de sobrevivir que distingue al ser humano: pensar, producir, enfrentar los desafíos de la existencia a través de un esfuerzo y una inventiva permanentes.
Cuando el hombre descubrió cómo hacer fuego para calentarse, su necesidad de pensar y esforzarse no cesó; tampoco cesó cuando descubrió cómo fabricar un arco y una flecha; asimismo, no cesó
cuando descubrió cómo construir un refugio de piedra primero, luego un edificio de ladrillos, y después uno de vidrio y acero; tampoco cuando extendió su expectativa de vida de los diecinueve años a los treinta, cuarenta, sesenta o setenta años: mientras exista, su necesidad de pensar y esforzarse no cesará jamás.
Todo logro del hombre es un valor en sí mismo pero constituye, a la vez, un escalón hacia logros y valores mayores. La vida es crecimiento; no avanzar equivale a retroceder; la vida sigue siendo
vida sólo mientras se avanza. Todo paso hacia adelante abre para el hombre un horizonte más amplio para sus acciones y logros, y crea la necesidad de tal acción y de tales logros.
No existe una “meseta” final y permanente. El problema de la supervivencia nunca se “soluciona” de una vez y para siempre, sin necesidad de pensamiento o acción adicionales. Más precisamente,
el problema de la supervivencia se resuelve si se reconoce que ésta requiere crecimiento y creatividad constantes.
El crecimiento constante es, por otra parte, una necesidad psicológica del hombre, una exigencia de su bienestar mental. Para lograr ese bienestar debe poseer un firme sentido de control sobre la
realidad y sobre su existencia: la convicción de que es competente para vivir. Para esto no hace falta omnisciencia ni omnipotencia, sino el convencimiento de que los métodos personales para tratar los
hechos de la realidad, los principios de acuerdo con los cuales uno funciona, son correctos. La pasividad es incompatible con este estado. La autoestima no es un valor que, una vez alcanzado, se mantiene en forma automática y permanente; al igual que cualquier otro valor, incluyendo la vida misma, sólo puede mantenerse mediante la acción. La autoestima, la convicción básica de que uno está capacitado para vivir, se conserva únicamente mientras se está comprometido en un proceso de crecimiento, mientras se está entregado a la tarea de incrementar la eficacia personal.
En los seres vivos la naturaleza no permite la inmovilidad; cuando se deja de crecer comienza la desintegración, no menos en el terreno mental que en el físico.
Al respecto, obsérvese el fenómeno ampliamente generalizado de hombres que son viejos cuando llegan a los treinta años. Éstos son aquellos que, habiendo llegado a la conclusión de que ya “pensaron bastante”, se dejan llevar por el impulso decreciente de sus esfuerzos pasados y se preguntan qué ocurrió con su pasión y su energía, por qué sienten una vaga ansiedad, su existencia parece tan desolada y empobrecida, tienen la sensación de que se están hundiendo en un abismo sin nombre. Nunca se dan cuenta de que, al abandonar la voluntad de pensar, uno abandona la voluntad de vivir.

Durante un viaje en avión que realicé tiempo atrás, me vi envuelto en una conversación con un dirigente sindical. Comenzó a condenar abiertamente el “desastre” de la automatización, aseverando que cantidades cada vez mayores de operarios quedarían permanentemente desocupados como resultado de las nuevas máquinas, y que “habría que hacer algo al respecto”.
Contesté que esto era un mito refutado muchas veces. La introducción de nueva maquinaria siempre resultó en un aumento de la demanda de mano de obra que, además, elevaba el nivel de vida en
general. Esto podía demostrarse teóricamente y la historia lo ponía de manifiesto. Remarqué que la automatización aumentaba la demanda de operarios capacitados en relación con la de mano de
obra no calificada y que, sin duda, muchos obreros se verían en la necesidad de aprender nuevos oficios. “Pero”, preguntó, indignado, “¿qué ocurrirá con aquellos que no quieran aprender las nuevas
habilidades? ¿Por qué deberían tener problemas?”
Esto significa que la ambición, la visión de futuro, el empuje para hacer las cosas cada vez mejor, la energía viviente de los hombres creadores, habrá de ser ahogada y reprimida en favor de aquellos
que “ya pensaron bastante”, “ya aprendieron bastante” y no desean preocuparse por el futuro ni por la molesta cuestión de saber de qué dependen sus empleos.
Ningún hombre que estuviera a solas en una isla desierta y tuviera que asumir toda la responsabilidad de su propia supervivencia podría permitirse el engaño de que no debe preocuparse por el mañana, que puede descansar sobre los conocimientos y habilidades de ayer pues la naturaleza le debe “seguridad”.
Únicamente en la sociedad, donde la carga de la deserción de un hombre puede ser transferida a los que no desertaron, se puede pretender un engaño semejante. (Y es aquí donde la moralidad del altruismo se vuelve indispensable, para proveer la aprobación requerida por tal parasitismo.)
La doctrina del divino derecho al estancamiento demanda:

• Que todos los hombres que realizan el mismo tipo de trabajo deberían recibir igual salario, independientemente de cómo trabajen ni de cuánto produzcan, castigando así al mejor operario en beneficio del incapaz.
• Que los hombres conserven sus puestos, o sean promovidos, no por sus méritos sino por su antigüedad, de modo que el mediocre que ha ingresado antes sea favorecido en perjuicio del talentoso recién llegado, bloqueando así el futuro de éste y el de su potencial empleador.

El capitalismo, por su propia naturaleza, implica un proceso de actividad, crecimiento y progreso constantes. Crea las condiciones sociales óptimas para que el hombre responda a los desafíos de la
naturaleza de la manera que mejor convenga a su vida. Opera en beneficio de quienes elijan ser activos en el proceso productivo, cualquiera que sea el nivel de su capacidad. Pero no responde a las
demandas del estancamiento, como tampoco lo hace la realidad.

La Virtud Del Egoísmo (Ayn Rand)


"Para que una sociedad sea libre, su Gobierno no puede serlo."

“En el uso popular, la palabra ‘egoísmo’ es sinónimo de maldad… Sin embargo, el significado exacto de la palabra ‘egoísmo’ y su definición de acuerdo con el diccionario es: La preocupación por los intereses personales.

Este concepto no incluye una calificación moral; no nos dice si la preocupación sobre lo que a uno le interesa es buena o mala…”.

“El ataque contra el ‘egoísmo’ es un ataque contra la autoestima del hombre; renunciar a uno es renunciar a la otra”.

“Todo ser humano viviente es un fin en sí mismo, y no el medio para los fines o el bienestar de los otros; en consecuencia, el hombre debe vivir para su propio provecho, sin sacrificarse por los demás y sin sacrificar a los demás para su beneficio”. (1)

“El hombre… sus sentidos no le indican automáticamente lo que es bueno y lo que es malo para él, lo que será beneficioso para su vida y lo que la pondrá en peligro… es su propia conciencia la que debe hallar las respuestas a todas estas cuestiones, pero su conciencia no funciona en forma automática… su conciencia depende de su voluntad”.

“El hombre nace con un mecanismo emocional… y la programación depende de los valores que éste elija… Sus valores… son el producto de sus pensamientos o de sus evasiones… Sus emociones son producidas por sus premisas… Lo que considere bueno o malo, lo que le dé alegría o pena, lo que ame u odie, lo que desee o tema, dependerá de su pauta de valores”.

“La felicidad es aquel estado de conciencia que surge de los logros de los propios valores… Ni la vida ni la felicidad pueden lograrse persiguiendo caprichos irracionales”.

“Cuando el hombre abandona la razón y se entrega a la fe, cuando rechaza el absolutismo de la realidad, está destruyendo las bases de su propia conciencia, y su mente se convierte en un órgano en el que ya no se puede confiar”.

“El amor y la amistad son valores profundamente personales y egoístas… Es la felicidad personal y egoísta la que uno busca, gana y obtiene del amor”. (2)

“Ninguna acción que un hombre realice en beneficio de quienes ama es un sacrificio si dentro de su jerarquía de valores… logra aquello que tiene mayor importancia personal (y racional) para él”.


Mis notas:
  1. Coincido en no sacrificar a los demás por fines propios, pero no lo hago cuando dice “sin sacrificarse por los demás”. Si uno se sacrifica por los demás y lo hace con absoluto deseo, honestidad, y sin esperar nada a cambio, no sólo no lo veo mal sino que creo que es parte del disfrute del individuo. 
  2. No coincido en la totalidad, ya que la felicidad ajena (de alguien realmente querido), la considero una joya para uno mismo. Esto es lo que me lleva a estar de acuerdo con el altruismo en ciertos momentos y contextos. Sí es cierto que en el inicio uno busca en la amistad y el amor la felicidad personal, porque lo normal es brindarle la amistad o amor a alguien querido.

Looking for Alaska #2 (John Green)

“…if people were rain, I was drizzle and she was a hurricane.”

Looking for Alaska #1 (John Green)

There were so many of us who would have to live with things done and things left undone that day. Things that did not go right, things that seemed okay at the time because we could not see the future. If only we could see the endless string of consequences that result from our smallest actions. But we can’t know better until knowing better is useless.

¿Por qué no lee nueva literatura?

-Es sentido común. Leer a escritores jóvenes o más jóvenes que yo no es una forma eficiente de usar el tiempo de lectura. Sólo leo a mis amigos: Zadie Smith, Will Self… Pero no porque sean jóvenes. El modo de juzgar el valor de una novela, un cuadro o un poema es cuánto perdura. El único juez de una obra es el tiempo. Si un libro perdura un siglo, probablemente es bueno; si dura 10 años, no demasiado. Así que suelo leer obras de autores muertos porque sus obras han sobrevivido, mientras que leer la novela de un autor de 25 años es una apuesta? Y no muy sensata. 
(En una entrevista a Martin Amis.)