viernes, 1 de mayo de 2020

El mundo de Sofía (de Jostein Gaarder)

Algunos fragmentos (copiados textuales), ordenados por apariencia según el libro, sobre ciertos filósofos y sus ideas.

Spinoza

Dos árboles de la misma edad crecen en un gran jardín. Uno de ellos crece en un lugar con mucho sol y tiene fácil acceso a tierra nutritiva y al agua. El otro árbol crece en una tierra mala en un sitio de mucha sombra. ¿Cuál de los dos árboles crees que se hará más grande? ¿Y cuál de los dos dará más frutos?
-Naturalmente, el árbol que ha tenido las mejores condiciones de crecimiento.
-Según Spinoza ese árbol es libre. Ha tenido una libertad total para desarrollar sus posibilidades inherentes. Pero si es un manzano no ha tenido posibil idad de dar peras o ciruelas. Lo mismo ocurre con los seres humanos. Se nos puede inhibir nuestra evolución y nuestro crecimiento personal por ejemplo mediante determinadas condiciones políticas. De esa manera, una fuerza exterior nos puede poner impedimentos. Sólo vivimos como seres libres cuando podemos desarrollar «libre-mente» nuestras posibilidades inherentes.

Hegel

Hegel dijo que «la verdad es subjetiva», con lo que rechazó la existencia de una «verdad» por encima o fuera de la razón humana. Opinó que todo conocimiento es conocimiento humano. 
Pensaba que la base del conocimiento humano varía de generación en generación. No existe ninguna «verdad eterna». No existe ninguna «razón eterna». El único punto fijo al que puede agarrarse el filósofo es a la propia Historia.
Todos los pensamientos que vienen «manando» de las tradiciones de Personas que han vivido antes que tú, y las condiciones materiales que rigen en tu propia época, contribuyen a determinar tu manera de pensar. Por lo tanto, no puedes afirmar que una determinada idea sea correcta para siempre. Pero puede ser correcta en la época y el lugar en que te encuentras.
No puedes extraer distintas ideas de la Antiguedad o la Edad Media, el Renacimiento y la Ilustración y decir que esto o aquello era correcto o equivocado. Por lo tanto, tampoco puedes decir que Platón se equivocó, o que Aristóteles tenía razón. Y tampoco puedes decir que Hume se equivocó y que Kant o Schelling tuvieron razón. Es una manera no-histórica de pensar. En general no puedes arrancar a ningún filósofo, ni a ninguna idea en general, del contexto histórico de este filósofo o de esta idea.

Ahora bien, la dialéctica de Hegel no es aplicable sólo a la Historia. También cuando discutimos algo pensamos dialécticamente. Intentamos trazar los fallos de una manera de pensar; lo cual, en palabras de Hegel, es “pensar negativamente». Pero al buscar fallos en una manera de pensar conservamos a la vez lo mejor.
–¡Ejemplo!
–Cuando un socialista y un conservador se sientan para resolver un problema social, se producirá rápidamente una tensión entre los dos modos de pensar. Esto no significa que uno tenga toda la razón y el otro se equivoque del todo. De hecho puede ser que los dos tengan algo de razón y que los dos se equivoquen en algunas cosas. Según evoluciona la discusión habrá una conservación crítica de lo mejor de la argumentación de ambos.
Pero en medio de una discusión de ese tipo, no resulta siempre fácil constatar qué es lo más sensato. Lo que es bueno y lo que es malo, tocará a la Historia demostrarlo. Lo que es «sensato» es lo que tiene posibilidad de sobrevivir. –Es decir, que lo correcto sigue vivo (ejemplo, la lucha por los derechos de las mujeres siglos atrás).
Pero la cita (nota: habla de una cita de Hegel hablando sobre la incapacidad de las mujeres para gobernar un estado, un texto que causaría gran controversia actualmente pero no lo hizo en su momento por el contexto) es un ejemplo magnífico de que la opinión de lo que es «razonable» va cambiando constantemente. Muestra que también Hegel fue un hijo de su época. Y nosotros también lo somos. Nuestros juicios «evidentes» tampoco aguantarán la prueba de la Historia.
–¿Puedes ponerme algún ejemplo?
–No, de esto no.
–¿Por qué no?
 –Porque en ese caso hubiera señalado algo que ya está cambiando. Por ejemplo no podría señalar que es estúpido ir en coche porque el coche contamina la naturaleza. Ya hay mucha gente que opina lo mismo, de modo que sería un mal ejemplo. Pero la Historia demostrará que mucho de lo que para nosotros son evidencias, no aguantarán el juicio de la posteridad.
...
El individualismo se encontró con su «negación» o antagonismo en la filosofía de Hegel. Hegel subrayó lo que él llamaba poderes objetivos, con los cuales se refería a la familia y al Estado. Pensaba que el individuo era una parte orgánica de la comunidad. La razón o el «espíritu universal» era algo que no se hacía visible hasta la interacción entre los seres humanos.
...
El idioma noruego se arregla perfectamente sin el señor Hansen, pero el señor Hansen no se arregla sin el idioma noruego. El idioma no es creado por el individuo, sino que es el idioma el que crea al individuo. De la misma manera que el individuo nace a un lenguaje también nace a sus condiciones históricas. Nadie puede tener una relación «libre» con esas condiciones. La persona que no encuentre su lugar en el Estado es, por tanto, una persona «no histórica». Te acordarás de que esta idea también era muy importante para los grandes filósofos de Atenas. De la misma manera que no se concibe al Estado sin ciudadanos, tampoco se concibe al individuo sin el Estado. Comprendo. Según Hegel el Estado es algo «más» que cada ciudadano. Es incluso más que la suma de todos los ciudadanos (nota: es éste el típico discurso que hacemos sobre equipos-individualidades?). Según Hegel no es posible, por lo tanto, «darse de baja en la sociedad». Uno que se encoge de hombros ante la sociedad en la que vive y que quiere buscarse a sí mismo, se convierte en un payaso.

Kierkegaard

(Kierkegaard) valoraba enormemente la importancia del individuo. No somos solamente «hijos de nuestra época». Cada uno de nosotros también es un individuo único que vive solamente esta única vez. 
–A Hegel esto no le había importado gran cosa, ¿verdad?
 –No, a él le interesaban más las grandes líneas de la Historia. Y precisamente esto indignó a Kierkegaard, que pensaba que tanto la filosofía unitaria de los románticos, como el historicismo de Hegel, habían ahogado la responsabilidad del individuo sobre su propia vida. 
Kierkegaard señaló que las «verdades objetivas» por las que se interesaba la filosofía hegeliana no tenían ninguna importancia para la existencia del individuo. 
–¿Y cuáles son las verdades importantes o esenciales? 
–Más importante que la «Verdad con V mayúscula» es, según Kierkegaard, encontrar la «verdad para mí». De esa manera colocó al individuo contra el «sistema». Kierkegaard opinaba que Hegel se había olvidado de que él mismo era un ser humano.
–¿Y qué es un ser humano según Kierkegaard? 
–Es una pregunta que no se puede contestar generalizando. Para Kierkegaard no tiene ningún interés hacer una descripción general de la naturaleza o del ser humano. Es la existencia de cada uno la que es esencial. Y el hombre no percibe su propia existencia detrás de un escritorio. Cuando el ser humano actúa, y especialmente cuando toma importantes decisiones, es cuando se relaciona con su propia existencia. Se cuenta una anécdota sobre Buda que puede ilustrar lo que quería decir Kierkegaard. 
–¿Sobre Buda? 
–Sí, porque también la filosofía de Buda tomó como punto de partida la existencia del hombre: érase una vez un monje que pensaba que Buda daba respuestas muy poco claras a preguntas importantes sobre lo que es el mundo y lo que es el hombre. Buda contestó con un ejemplo de un hombre herido por una flecha venenosa. El herido no preguntaría por curiosidad intelectual de qué estaba hecha la flecha, qué veneno tenía o desde qué ángulo había sido disparada. 
–Más bien desearía que alguien le sacara la flecha y le curase la herida. 
–¿Verdad que sí? Eso es lo que era existencialmente importante para él. Tanto Buda como Kierkegaard tenían una fuerte sensación de existir sólo durante un breve instante.
También dijo Kierkegaard que la verdad es «subjetiva». Quería decir que las verdades realmente importantes son personales. Solamente esas verdades son «una verdad para mí». 
–¿Puedes ponerme un ejemplo de una verdad subjetiva? 
–Una cuestión importante es, por ejemplo, la de si el cristianismo es lo verdadero. Esta no es una cuestión ante la que se pueda tomar una postura teórica o académica. Para uno que «se entiende a sí mismo en términos de existencia», se trata de vida o muerte. No es algo que uno se siente a discutir por discutir. Es algo que uno trata con la máxima pasión y fervor. 
–Entiendo. 
–Si te caes al agua no adoptas una postura teórica ante la cuestión de si te vas a ahogar o no. En ese caso no es «interesante» ni «poco interesante» si hay cocodrilos en el agua. Es cuestión de vida o muerte.
...
Kierkegaard sostenía que la mayor parte de la gente tenía una relación de juego con la existencia. Lo cual nos lleva a la teoría de Kierkegaard sobre las tres fases en el camino de la vida. Kierkegaard opinaba que existen tres actitudes vitales diferentes. Él utiliza la palabra fases y las llama «fase estética», «fase ética» y «fase religiosa». Utiliza la palabra «fase» para marcar que se puede vivir en las fases inferiores y de pronto dar el salto hasta una fase superior. Pero mucha gente vive en la misma fase toda la vida.
–Apuesto a que pronto llegará una explicación. Además empiezo a sentir curiosidad por saber en qué fase me encuentro yo. 
–Quien vive en la fase estética vive el momento y busca en todo momento conseguir el placer. Lo que es bueno es lo que es hermoso, bello o grato. En ese aspecto se vive totalmente en el mundo de los sentidos. El estético se convierte en un juguete de sus propios placeres y estados de ánimo. Lo negativo es lo «aburrido», lo «pesado». El típico romántico es por lo tanto el típico estético. Porque no se trata solamente de placeres sensuales. También quien tiene una relación de juego con la realidad, por ejemplo, con el arte o la filosofía con los que él o ella trabajan, vive en la fase estética. Se puede tener una relación estética o de «observador» incluso con el dolor y el sufrimiento. Uno que vive en la fase estética puede llegar a sentir pronto angustia y vacío. Pero en ese caso también hay esperanza. Según Kierkegaard la angustia es algo casi positivo. Es una expresión de que uno se encuentra en una «situación existencial». Ahora el estético puede optar por dar el gran «salto» hasta una fase superior. Pero o sucede o no sucede. No sirve de nada estar a punto de saltar si no se hace del todo. Aquí se trata de un «o lo uno o lo otro». Pero nadie puede dar el salto por ti. Tú mismo tienes que elegir.
Una descripción magistral de cómo la elección existencial emana de una desesperación y miseria interiores la ofrece Dostoievski en la gran novela Crimen y castigo. 
–En el mejor de los casos se elige otra actitud vital. 
–Y de esa manera a lo mejor se empieza a vivir en la fase ética, la cual se caracteriza por la seriedad y elecciones consecuentes según criterios morales. 
Esta actitud ante la vida puede recordar a la ética del deber de Kant. Se intenta vivir de acuerdo con la ley moral. Igual que Kant, Kierkegaard pone su atención ante todo en la disposición mental de la persona. Lo esencial no es exactamente lo que uno opina que es lo correcto y lo que uno opina que es malo. Lo esencial es que uno elija tener una actitud ante lo que es «correcto o equivocado». Lo único que le interesa al estético es si una cosa es «divertida o aburrida». 
- ¿Y no se corre el riesgo de convertirse en una persona demasiado seria viviendo de este modo? 
– Pues sí. Según Kierkegaard tampoco la «fase ética» es la más satisfactoria. También en la fase ética puede uno llegar a aburrirse de ser tan cumplidor y minucioso. Muchas personas, cuando se hacen mayores, llegan a experimentar una gran sensación de cansancio. Algunos pueden volver a caer en la vida de juego de la fase estética. Pero algunos dan un nuevo salto hasta la fase religiosa. Eligen la fe ante el placer estético y los deberes de la razón.

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