Algunos fragmentos (copiados textuales), ordenados por apariencia según el libro, sobre ciertos filósofos y sus ideas.
Spinoza
Dos árboles de la misma edad crecen en un gran jardín. Uno de ellos crece en un lugar con mucho sol y tiene fácil acceso a tierra nutritiva y al agua. El otro árbol crece en una tierra mala en un sitio de mucha sombra. ¿Cuál de los dos árboles crees que se hará más grande? ¿Y cuál de los dos dará más frutos?
-Naturalmente, el árbol que ha tenido las mejores condiciones de crecimiento.
-Según Spinoza ese árbol es libre. Ha tenido una libertad total para desarrollar sus posibilidades inherentes. Pero si es un manzano no ha tenido posibil idad de dar peras o ciruelas. Lo mismo ocurre con los seres humanos. Se nos puede inhibir nuestra evolución y nuestro crecimiento personal por ejemplo mediante determinadas condiciones políticas. De esa manera, una fuerza exterior nos puede poner impedimentos. Sólo vivimos como seres libres cuando podemos desarrollar «libre-mente» nuestras posibilidades inherentes.
Hegel
Hegel
dijo que «la verdad es subjetiva», con lo que rechazó la
existencia de una «verdad» por encima o fuera de la razón
humana. Opinó que todo conocimiento es conocimiento humano.
Pensaba que la base del
conocimiento humano varía de generación en generación. No
existe ninguna «verdad eterna». No existe ninguna «razón
eterna». El único punto fijo al que puede agarrarse el filósofo es
a la propia Historia.
Todos los pensamientos que vienen
«manando» de las tradiciones de Personas que han vivido antes
que tú, y las condiciones materiales que rigen en tu propia época,
contribuyen a determinar tu manera de pensar. Por lo tanto, no
puedes afirmar que una determinada idea sea correcta para
siempre. Pero puede ser correcta en la época y el lugar en que te
encuentras.
No puedes extraer distintas ideas de la Antiguedad o la Edad
Media, el Renacimiento y la Ilustración y decir que esto o aquello
era correcto o equivocado. Por lo tanto, tampoco puedes decir
que Platón se equivocó, o que Aristóteles tenía razón. Y tampoco
puedes decir que Hume se equivocó y que Kant o Schelling
tuvieron razón. Es una manera no-histórica de pensar. En general no puedes arrancar a ningún filósofo, ni a ninguna
idea en general, del contexto histórico de este filósofo o de esta
idea.
Ahora bien, la dialéctica de Hegel no es aplicable sólo a la
Historia. También cuando discutimos algo pensamos
dialécticamente. Intentamos trazar los fallos de una manera de
pensar; lo cual, en palabras de Hegel, es “pensar
negativamente». Pero al buscar fallos en una manera de pensar
conservamos a la vez lo mejor.
–¡Ejemplo!
–Cuando un socialista y un conservador se sientan para resolver
un problema social, se producirá rápidamente una tensión entre
los dos modos de pensar. Esto no significa que uno tenga toda la
razón y el otro se equivoque del todo. De hecho puede ser que
los dos tengan algo de razón y que los dos se equivoquen en
algunas cosas. Según evoluciona la discusión habrá una
conservación crítica de lo mejor de la argumentación de ambos.
Pero en medio de una discusión de ese
tipo, no resulta siempre fácil constatar qué es lo más sensato. Lo
que es bueno y lo que es malo, tocará a la Historia demostrarlo.
Lo que es «sensato» es lo que tiene posibilidad de sobrevivir.
–Es decir, que lo correcto sigue vivo (ejemplo, la lucha por los derechos de las mujeres siglos atrás).
Pero la cita (
nota: habla de una cita de Hegel hablando sobre la incapacidad de las mujeres para gobernar un estado, un texto que causaría gran controversia actualmente pero no lo hizo en su momento por el contexto) es un ejemplo magnífico de que la opinión de lo que
es «razonable» va cambiando constantemente. Muestra que
también Hegel fue un hijo de su época. Y nosotros también lo
somos. Nuestros juicios «evidentes» tampoco aguantarán la
prueba de la Historia.
–¿Puedes ponerme algún ejemplo?
–No, de esto no.
–¿Por qué no?
–Porque en ese caso hubiera señalado algo que ya está
cambiando. Por ejemplo no podría señalar que es estúpido ir en
coche porque el coche contamina la naturaleza. Ya hay mucha
gente que opina lo mismo, de modo que sería un mal ejemplo.
Pero la Historia demostrará que mucho de lo que para nosotros
son evidencias, no aguantarán el juicio de la posteridad.
...
El individualismo se encontró con su
«negación» o antagonismo en la filosofía de Hegel. Hegel
subrayó lo que él llamaba poderes objetivos, con los cuales se
refería a la familia y al Estado. Pensaba que el individuo era una
parte orgánica de la comunidad. La razón o el «espíritu
universal» era algo que no se hacía visible hasta la interacción
entre los seres humanos.
...
El idioma noruego se arregla perfectamente
sin el señor Hansen, pero el señor Hansen no se arregla sin el
idioma noruego. El idioma no es creado por el individuo, sino que
es el idioma el que crea al individuo. De la misma manera que el individuo nace a un lenguaje
también nace a sus condiciones históricas. Nadie puede tener
una relación «libre» con esas condiciones. La persona que no
encuentre su lugar en el Estado es, por tanto, una persona «no
histórica». Te acordarás de que esta idea también era muy
importante para los grandes filósofos de Atenas. De la misma
manera que no se concibe al Estado sin ciudadanos, tampoco se
concibe al individuo sin el Estado.
Comprendo.
Según Hegel el Estado es algo «más» que cada ciudadano. Es
incluso más que la suma de todos los ciudadanos (
nota: es éste el típico discurso que hacemos sobre equipos-individualidades?). Según Hegel
no es posible, por lo tanto, «darse de baja en la sociedad». Uno
que se encoge de hombros ante la sociedad en la que vive y que
quiere buscarse a sí mismo, se convierte en un payaso.
Kierkegaard
(Kierkegaard) valoraba enormemente la importancia
del individuo. No somos solamente «hijos de nuestra época».
Cada uno de nosotros también es un individuo único que vive
solamente esta única vez.
–A Hegel esto no le había importado gran cosa, ¿verdad?
–No, a él le interesaban más las grandes líneas de la Historia. Y
precisamente esto indignó a Kierkegaard, que pensaba que tanto
la filosofía unitaria de los románticos, como el historicismo de
Hegel, habían ahogado la responsabilidad del individuo sobre su
propia vida.
Kierkegaard señaló
que las «verdades objetivas» por las que se interesaba la
filosofía hegeliana no tenían ninguna importancia para la
existencia del individuo.
–¿Y cuáles son las verdades importantes o esenciales?
–Más importante que la «Verdad con V mayúscula» es, según
Kierkegaard, encontrar la «verdad para mí». De esa manera
colocó al individuo contra el «sistema». Kierkegaard opinaba que
Hegel se había olvidado de que él mismo era un ser humano.
–¿Y qué es un ser humano según Kierkegaard?
–Es una pregunta que no se puede contestar generalizando. Para
Kierkegaard no tiene ningún interés hacer una descripción
general de la naturaleza o del ser humano. Es la existencia de
cada uno la que es esencial. Y el hombre no percibe su propia
existencia detrás de un escritorio. Cuando el ser humano actúa, y
especialmente cuando toma importantes decisiones, es cuando
se relaciona con su propia existencia. Se cuenta una anécdota
sobre Buda que puede ilustrar lo que quería decir Kierkegaard.
–¿Sobre Buda?
–Sí, porque también la filosofía de Buda tomó como punto de
partida la existencia del hombre: érase una vez un monje que
pensaba que Buda daba respuestas muy poco claras a preguntas
importantes sobre lo que es el mundo y lo que es el hombre.
Buda contestó con un ejemplo de un hombre herido por una
flecha venenosa. El herido no preguntaría por curiosidad
intelectual de qué estaba hecha la flecha, qué veneno tenía o
desde qué ángulo había sido disparada.
–Más bien desearía que alguien le sacara la flecha y le curase la
herida.
–¿Verdad que sí? Eso es lo que era existencialmente importante
para él. Tanto Buda como Kierkegaard tenían una fuerte
sensación de existir sólo durante un breve instante.
También dijo Kierkegaard que la verdad es «subjetiva». Quería decir que las verdades realmente importantes
son personales. Solamente esas verdades son «una verdad para
mí».
–¿Puedes ponerme un ejemplo de una verdad subjetiva?
–Una cuestión importante es, por ejemplo, la de si el cristianismo
es lo verdadero. Esta no es una cuestión ante la que se pueda
tomar una postura teórica o académica. Para uno que «se
entiende a sí mismo en términos de existencia», se trata de vida
o muerte. No es algo que uno se siente a discutir por discutir. Es
algo que uno trata con la máxima pasión y fervor.
–Entiendo.
–Si te caes al agua no adoptas una postura teórica ante la
cuestión de si te vas a ahogar o no. En ese caso no es
«interesante» ni «poco interesante» si hay cocodrilos en el agua.
Es cuestión de vida o muerte.
...
Kierkegaard sostenía que la mayor parte
de la gente tenía una relación de juego con la existencia. Lo cual nos lleva a la teoría de Kierkegaard sobre las tres fases
en el camino de la vida. Kierkegaard opinaba que existen tres actitudes vitales
diferentes. Él utiliza la palabra fases y las llama «fase estética»,
«fase ética» y «fase religiosa». Utiliza la palabra «fase» para
marcar que se puede vivir en las fases inferiores y de pronto dar
el salto hasta una fase superior. Pero mucha gente vive en la
misma fase toda la vida.
–Apuesto a que pronto llegará una explicación. Además empiezo
a sentir curiosidad por saber en qué fase me encuentro yo.
–Quien vive en la fase estética vive el momento y busca en todo
momento conseguir el placer. Lo que es bueno es lo que es
hermoso, bello o grato. En ese aspecto se vive totalmente en el
mundo de los sentidos. El estético se convierte en un juguete de
sus propios placeres y estados de ánimo. Lo negativo es lo
«aburrido», lo «pesado». El típico romántico es por lo tanto el típico estético. Porque no
se trata solamente de placeres sensuales. También quien tiene
una relación de juego con la realidad, por ejemplo, con el arte o
la filosofía con los que él o ella trabajan, vive en la fase estética.
Se puede tener una relación estética o de «observador» incluso
con el dolor y el sufrimiento. Uno que vive en la fase estética puede llegar a sentir pronto
angustia y vacío. Pero en ese caso también hay esperanza. Según
Kierkegaard la angustia es algo casi positivo. Es una expresión
de que uno se encuentra en una «situación existencial». Ahora el
estético puede optar por dar el gran «salto» hasta una fase
superior. Pero o sucede o no sucede. No sirve de nada estar a
punto de saltar si no se hace del todo. Aquí se trata de un «o lo
uno o lo otro». Pero nadie puede dar el salto por ti. Tú mismo
tienes que elegir.
Una descripción magistral de cómo la elección existencial emana de
una desesperación y miseria interiores la ofrece Dostoievski en
la gran novela Crimen y castigo.
–En el mejor de los casos se elige otra actitud vital.
–Y de esa manera a lo mejor se empieza a vivir en la fase ética, la
cual se caracteriza por la seriedad y elecciones consecuentes
según criterios morales.
Esta actitud ante la vida puede recordar
a la ética del deber de Kant. Se intenta vivir de acuerdo con la ley
moral. Igual que Kant, Kierkegaard pone su atención ante todo en
la disposición mental de la persona. Lo esencial no es
exactamente lo que uno opina que es lo correcto y lo que uno
opina que es malo. Lo esencial es que uno elija tener una actitud
ante lo que es «correcto o equivocado». Lo único que le interesa
al estético es si una cosa es «divertida o aburrida».
- ¿Y no se corre el riesgo de convertirse en una persona
demasiado seria viviendo de este modo?
– Pues sí. Según Kierkegaard tampoco la «fase ética» es la más
satisfactoria. También en la fase ética puede uno llegar a
aburrirse de ser tan cumplidor y minucioso. Muchas personas,
cuando se hacen mayores, llegan a experimentar una gran
sensación de cansancio. Algunos pueden volver a caer en la vida
de juego de la fase estética. Pero algunos dan un nuevo salto
hasta la fase religiosa. Eligen la fe ante el placer estético y los
deberes de la razón.